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jueves, 12 de mayo de 2016

EL PEQUEÑO BATÚ

Te voy a contar una bonita fábula escrita en 2014 por HRJuan.
Esta historia nació en un café, una mañana en la que nuestro amigo se disponía a desayunar. Como siempre y con agrado aquel camarero se acercó con su mejor sonrisa para preguntarle qué es lo que aquella mañana deseaba tomar, Juanjo, conocedor de sus ricos croissants caseros, sólo pidió un café...
Después de un rato sumergido en su café y en la prensa, el camarero se aproximó, ávido como siempre  de su conversación, y el desglose que Juan a diario hacía de la prensa y la actualidad, ya no en la radio, si no en exclusiva para él.
       Aquel día el camarero se sentía parlanchín y con verborrea fácil, así que, con un precipitado arranque, decidió que sería él quien diera esa mañana la pauta en la conversación con nuestro amigo eligiendo el tema a tratar,  y enseguida recordó que la noche anterior había visto un reportaje en la "2tv" sobre la India, reportaje centrado en la vida y riguroso trabajo al que eran sometidos diariamente los elefantes por sus dueños y adiestradores.
 José, le escuchó atentamente mientras en su cabeza se fraguaba un símil sobre estos gigantescos y nobles animales manejados a su antojo por pequeños hombrecitos de no más de cincuenta kilos.
 Juan José inmediatamente relacionó esta nuestra sociedad con aquellos elefantes controlados cual marionetas por sus insignificantes dueños, y, tras unos instantes,  como siempre, y sin saber muy bien cómo, hilvanó una corta pero jugosa historia.
 HrJosé esperó pacientemente a que su camarero favorito Italiano volviese a aparecer con algunos minutos libres para contarle su fábula. Y así fue.
 Ricardo no tardó en abordarle de nuevo para alimentarse con su ración diaria de aquella visión que del mundo le ofrecía su ambiguo amigo, ya que el que no se correspondiesen su imagen y pensamientos también  llamaba su atención hacia su "amigo", HRJuanjo, pues... las ideas de éste siempre rozaban la revolución, y sin duda creaban en él un fuerte contraste con su vestimenta al almidón.
HrJuan, le miró y le dijo:        
        -“Te voy a contar una historia que ha surgido de esto que me acabas de contar sobre los elefantes asiáticos” , le contó nuestro amigo Juanjillo a Ricardo, y a éste se le abrieron los ojos de par en par y se le  iluminaron como si de candiles de teatro se tratasen, y como ya era costumbre en él, llegadas estas situaciones, se olvidó de su profesionalidad y con los brazos cruzados sobre la barra y su cabeza apoyada en ellos se dispuso a escuchar  aquello que tanto le gustaba: mis historias...
-“ Vale Ricardo”, le dije, “hoy me has dado una idea al hacerme ese comentario sobre los elefantes y sus amos ; Será una fábula corta, donde la sustancia está en la forma en que tú veas esta metáfora y su moraleja entre la educación social  y la fuerza que cada uno de esos individuos podría sin duda canalizar para romper con las ataduras educacionales que tanto nos marcan y definen nuestro comportamiento como ser humano. Espero que te guste, es para ti, y la he titulado,  "El pequeño Batú"....”

            Batú, que así lo llamaron al nacer, era un elefante asiático de dos meses que  no medía más de un metro desde el suelo y pesaba unos 90 kilos. Desde bien pequeño se acostumbró a la ausencia de su mamá, que trabajaba arrastrando árboles a través de la selva nueve horas al día.
 Batú tenía como único e inseparable amigo , a través de una soga, a un pequeño arbusto indio que nunca llegó a alcanzar más de metro y medio ni en su plenitud, y del cual, con el paso de los años, (puesto que siempre lo ataban a éste una vez volvía de la selva y de su baño diario para que se secara), supo esperar cada temporada a sus frutos para degustar esas bayas que su amigo le ofrecía y colmaban de dulzura su alma , haciéndole sentir merecida la espera anual como si de tu mes de vacaciones se tratase.
-¿Entiendes Ricardo?
 Poco a poco veía como le cambiaba la cara.
            Batú sólo era consciente de su gran fuerza cuando arrastraba esos enormes árboles a través de la selva para sus minúsculos y frágiles dueños, y aunque su ahora pequeño amigo le llegaba por las rodillas, nunca pensó en la posibilidad de romper la cuerda que a él le unía para irse a la cercana libertad que la selva le brindaba día tras día, año tras año.
-Y ya está, Ricardo...esta es la historia de hoy, la de nuestro amigo Batú que pasó toda su vida , por costumbre o falta de miras, trabajando para esos insignificantes seres y atado a un arbusto de no más de un metro que le brindaba una exigua recompensa una sola vez al año y sólo por unos limitados días, pudiéndolo haberlo arrancado con sólo irse caminando y haber encontrado cientos de árboles y arbustos llenos de fruta por toda la selva a diario durante su larga vida.

            Ese día fue muy triste para Juanillo, su fiel camarero no volvió a ser el mismo, los focos de su ojos se apagaron y nunca más volvió a ser el mismo conmigo.
 Ya no esperaba con ansiedad cada mañana mis sentencias, y se le veía más ocupado, más activo, como si siempre estuviese preparando algo, y también descubrí en él una nueva faceta: que sin duda antes no estaba en su ser.
Todas las mañanas seguí yendo a su establecimiento para desayunar y con alegría pude ver que cada vez más buscaba la calle,  el contacto con sus amigos y su familia, hasta que una mañana Ricardo ya no estaba. El nuevo propietario me dijo que se había ido fuera, que había cogido a su familia  y en un barco que compró con el dinero que le dieron por el restaurante se habían ido a empezar una nueva vida.
-“ No sé qué locura le ha entrado", dijo.
El nuevo propietario me preguntó si yo era Juanillo, su amigo, perplejo le dije que sí y me comentó que Ricardo había dejado algo para mi. Me entregó un sobre y, al abrirlo había un papel en el que sólo había escrito una palabra, un nombre "BATÚ" y a modo de firma, en la parte inferior, un “GRACIAS” escoltado de admiraciones, mirando mejor dentro del sobre, en el fondo, había dos pedacitos de cuerda deshilachados por uno de sus extremos , como si antes sólo fuesen uno, como si al tirar de sus extremos la fuerza de la tensión los hubiese separado para siempre, sin duda... era la soga de Batú.
Y hasta aquí esta historia, ahora te toca a tí sentirte o no Batú.
 Mantén tu visión, escucha a tu corazón, no seas otro mediocre en constante depresión , no seas otra oveja más por el camino Real.


¿Tu Batú?

HRJuan

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