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lunes, 1 de julio de 2019

NO CONOCÍA MADEIRA...


No conocía Madeira y aprovechando una escala bajé a pasear...después de un rato por el pueblito, me encontré en el paseo a una guapa chica que exponía en el suelo a modo de escaparate un montón de cuadritos, pinturas realizadas en simples cartulinas, y largo rato pasé deleitándome con ellas aunque sólo una de esas obras de arte fuese la que me llamase la atención. Más me llamó la atención el incesante ir y venir de turistas por esa inprovisada e itinerante exposición, y el que ella no hiciese gala de las por todos consabidas dotes de vendedor callejero... pues ni miraba a los que detenian su paseo para contemplar los cuadritos, y mucho menos ofrecía o informaba sobre las pinturas y sus precios u otros detalles. De forma espontánea empecé hablar con unos y otros turistas que paraban, miraban, y murmuraban sobre lo bonitos que eran o cuál sería su precio. Queriendo hacer de intermediario por educación y algo más..., empecé a hablar con un matrimonio español, y fui yo quien le preguntó a la chiquilla el precio de una de las pinturas, ella me contestó en inglés que no me entendía y que no hablaba portugués, entonces, me di cuenta de cuál era el problema... y amablemente hice de traductor entre ella y algunos turistas, lo que dio como fruto algunas ventas y mi acercamiento a ésta que, "aunque inglesa..."  sí era una linda jovencita. Pasada una hora más o menos, la afluencia de compradores descendió dando paso a un cigarrillo, una cocacola y algo de conversación en la que se me desveló la procedencia de dichos cuadritos, su novio. Bueno... descartada mi segunda opción y ya olvidada la primera, comprar la lámina, no quise irme inmediatamente pues, no quería parecer un perrillo ahora cabizbajo y desprovisto de lo que antes parecía su seguro y apetitoso hueso, aunque... seguro que por momentos me fue difícil ocultar que me había quedado prendado de la anglosajona y, todavía estuve un buen rato hablando con ella. Al acercarse el momento de mi embarque decidí irme con algo de tiempo, ella, cariñosa, dulce y agradecida por mi ayuda y compañía, me dijo que eligiese uno de los cuadritos y que con gusto me lo regalaba, ¡allí estaba todavía el segundo cuadrito que me llamó la atención!,  y al que he de agradecer esta historia y el recuerdo que guardo de aquella tarde en Madeira. ¿Os gusta...y la forma en que finalmente se vino conmigo el cuadrito?  Cuando sea viejito servirá para en el ocaso de mis fuerzas, remontar a la vitalidad que una tarde me insuflaron unos ojos del color de la campiña inglesa, animándome a vender el mundo al mundo, y sirva también para ganarme por unos minutos la atención de algún joven, y ahora la vuestra, con la historia de que, "¡el abuelo Juan era un echao palante de cuidao!"

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